Y por un instante sentiste haber perdido el norte,
y lo que siempre te ha rodeado se vuelve extraño, hostil y duro.
Tratando de encontrar la tranquilidad en un abrazo,
te sientes culpable, dolido, tal vez, incluso infeliz...
y vuelven a tu mente una y otra vez aquellas ganas de nada.
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