Debería haber escuelas donde se enseñara a no gritar,
a hablar de forma calmada y suave, de forma cariñosa,
donde lo más violento que se haga sea besar muy fuerte o un abrazo de esos que te dejan sin aliento.
Deberían impartirse clases para aprender a ser padres,
para que aquel que esté suspenso y no pase la prueba no pueda castigar nunca a su hijo durante su vida.
Deberían existir academias para aprender a escuchar esos gritos alzados en el silencio,
aquellos ahogados que no se escuchan pero que se manifiestan de forma escondida para cuando sean escuchados poder acallarlos con la más dulce palabra, con el calor de un abrazo o una simple sonrisa.
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