miércoles, 14 de abril de 2010

El gigante Roldán

"La fantasía popular forjó una de las leyendas de amor más bonitas que existen, en torno al Puig Campana (cuya cumbre cortada con un enorme tajo tiene un aspecto extraño y personal). Todo comenzó cuando alguien relacionó este enorme hueco con la llamada isla de Benidorm... e inmediatamente se aceptó la idea de que el pedazo que faltaba arriba, a la montaña, era el mismo que estaba en el mar a poca distancia de las playas.
En tiempos remotos vivía en la sierra un gigante llamado Roldán. Era el dueño y señor de aquellos solitarios parajes que él recorría libremente. Se había construido una tosca cabaña para guarecerse cuando las inclemencias del tiempo así lo exigían. El poderoso Roldán era indiscutiblemente el rey del Puig Campana. Cuando los animales feroces le acosaban le bastaba dar un par de zancadas para ponerse a salvo. Y con la misma facilidad llegaba hasta las tranquilas aguas del mar en los calurosos días del estío. Nuestro héroe vivía satisfecho y despreocupado en este privilegiado rincón. Pero, a pesar de todo, no era Roldán un ser alegre sino más bien parecía taciturno, casi triste. Vagaba errante y solitario en busca de algo que le faltaba a su vida, en busca de algo que le explicara su razón de ser. Un día, mientras caminaba hacia el mar para bañasre, se encontró con una jovencita tan bella como lo son todas las heroínas de leyendas. Estaba jugueteando con el agua y al percibir la presencia del intruso se volvió rápidamente. Sus ojos, de un azul profundo, le miraron con curiosidad pero sin temor. Y con ese gesto eterno de inconsciente coquetería, le ofreció agua en el cuenco de sus blancas manos. Rió la joven suavemente y rió el gigante con una carcajada, tan poderosa, que hizo estremecer a la montaña. Y volvió a reír gozoso y feliz como nunca. En su risa había algo hermoso, algo así como un acento de triunfo y de poderío. ¡El coloso se había convertido en un verdadero ser humano! Desde este instante ya no se separaron. Roldán la condujo a su cabaña que, su gran amor, sabría transformar en un refugio grato para ella. Los dos gozaban de una felicidad perfecta. Dormían bajo las estrellas y Roldán sabía encontrar las hierbas más finas y más perfumadas para que sirvieran de lecho a la joven. La dicha duró muy poco tiempo. Un día en que Roldán volvía a su cabaña contento y confiado, le salió al encuentro un extraño ser, una sombra más bien, de la que se desprendía algo siniestro y maléfico. -¿Quién eres? –le preguntó. La sombra aparentó no haberle oído y con voz helada, en la que no obstante se adivinaba un fondo de piedad, dijo: -Corre si quieres encontrar viva a tu compañera pues cuando muera el día acabará también su vida. Cuando el último rayo de sol abandone tu cabaña, morirá. Roldán partió veloz hacia su cabaña. La joven estaba muriéndose efectivamente, tal como le acababa de profetizar aquel ser malvado. Su pena y su desesperación no tuvieron límites. Se quedó paralizado en la entrada no atreviéndose ni a respirar por temor a que el más pequeño movimiento pudiera romper el frágil hilo que aún la unía a la vida. El coloso se irguió en toda su extraordinaria estatura y con fiero ademán amenazó al sol que, indiferente a su desesperación, caminaba hacia el ocaso con el mismo esplendor de siempre. Roldán se repetía, una y otra vez, la profecía: “Cuando se oculte el sol, cuando su último rayo desaparezca de la faz de la tierra, morirá … morirá … ¡Morirá! ¡Y el sol se iba hundiendo cada vez más detrás de la montaña! Enloquecido, ciego de dolor, salió volando más que corriendo hacia la cumbre del “Puig Campana” tras cuya ladera iba ocultándose el astro del día. De un furioso puntapié arrancó un enorme pedazo que salió por los aires y fue a caer en el mar. Por aquel hueco tan fantásticamente abierto siguió penetrando la luz del sol durante unos minutos más. ¡Unos minutos más de vida para su amada! El sol, entonces, como un fugitivo despiadado se ocultó por completo… ¡Y la muerte cerró para siempre aquellos ojos tan bellos! Con ella en brazos continuó andando errante bajo las estrellas, menos bellas y menos pálidas que el rostro que descansaba sobre su corazón …. La salida de la luna, marcando una estela luminosa en el mar, atrajo su atención. Hacia allí se dirigió entonces como un sonámbulo, quien sabe si con la loca esperanza de que aquella luz que la diosa de la noche derramaba sobre el agua pudiera devolverle la vida a la niña rubia que parecía dormida. Con los ojos fijos en el disco de plata llegó hasta la playa. Penetró en las aguas, siguiendo siempre aquel camino fosforescente, cuya claridad le permitía contemplar otra vez el rostro amado. Nuestro héroe caminó hacia el fondo del mar llevando siempre en alto el cadáver hasta que su marcha se vio detenida por la isla recién nacida. Por un momento, amparado por una concavidad del islote, pudo aún defenderla. Después, vencido por completo, la depositó con infinito cuidado en ese mismo hueco.. No quiso regresar. ¿Cómo iba a dejarla tan sola y tan indefensa? Se abrazó a ella para con su cuerpo seguirla amparando y protegiendo por toda la eternidad…. El “Puig Campana”, con su cumbre rota, es el más fiel pregonero de este hermoso y conmovedor romance. Y lo mismo la sierra que la isla nos demuestran que ni aun las piedras son insensibles a la fuerza avallasadora de un gran Amor"
P.D: Gracias por enseñarme tanto cielo.

1 comentario:

/ dijo...

La historia me gustó mucho; de ahí a que sea cierta ... Gracias por esta información, no la conocía!

BESOTES ANIKA!