"Es tal vez el affaire más abominable de la historia criminal de todos los tiempos. En Ciudad Juárez, ciudad fronteriza al norte de México, frente a El Paso, en Texas, más de 300 mujeres han sido asesinadas de acuerdo a un ritual inmutable: secuestro, tortura, crueldades sexuales, mutilaciones, estrangulamiento. Desde hace diez años, a un ritmo promedio de dos cadáveres mensuales, se descubren en los suburbios de la ciudad maldita cuerpos de mujeres, adolescentes y niñas- desnudos, lastimados, desfigurados-. Los investigadores más serios piensan que se trata de la acción de dos "asesinos en serie", psicópatas, que siguen sin ser hallados.
Su población, de 1.300.000 habitantes, es rehén de asesinos sin rostro. Lo que allí ocurre es un insulto a los derechos humanos. Más de 300 mujeres han sido secuestradas, violadas y asesinadas desde 1993. La mayoría de ellas tenía características comunes: al menos un centenar provenía de un ambiente pobre, casi todas eran obreras, todas eran menudas, morenas y tenían cabello largo. Gran parte de ellas no pudieron ser identificadas, todas fueron víctimas de violencia sexual y, sin ninguna excepción, murieron estranguladas.
Algunos cadáveres fueron encontrados en barrios del centro de la ciudad, otros descubiertos en terrenos baldíos de los suburbios, pero hay un dato seguro: todas fueron asesinadas en otro lugar, después de haber estado secuestradas durante semanas. El modus operando de los asesinatos es idéntico al de los asesinos en serie. Los homicidios se repiten y se parecen; las crueldades son las mismas y afectan no solo a mujeres adultas sino también a adolescentes, e incluso a niñas de apenas 10 o 12 años.
Para las mujeres, Ciudad Juárez se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo. En ningún lado, ni siquiera en Estados Unidos donde los serial killer son legión, las mujeres están tan amenazadas. En el resto de México, de cada diez víctimas de asesinato sólo una es mujer. En Ciudad Juárez, de cada diez personas asesinadas cuatro son mujeres… Y no parece que la serie de crímenes vaya a detenerse porque, según las Naciones Unidas, la tasa de impunidad en México es casi total.
¿Por qué los cadáveres son desfigurados y mutilados? ¿Por qué un tal ensañamiento con las víctimas, un sadismo tan bárbaro? ¿Se trata de rituales satánicos? ¿De orgías perversas de narcotraficantes? ¿De vendedores de órganos? ¿De sacrificios humanos para el rodaje de filmes-realidad (snuff movies) en los cuales la víctima es violada, torturada y asesinada ante la cámara? Las preguntas se suceden hasta el infinito sin que ninguna investigación seria pueda darles respuesta. Diversos testimonios indican que los asesinos habrían estado protegidos, en un primer momento, por los policías de Chihuahua. Luego se habrían beneficiado del apoyo de algunos ámbitos de poder vinculados con el tráfico de drogas.
A finales de 1999 se encontraron cadáveres de mujeres y niñas cerca de ranchos pertenecientes a traficantes de cocaína. Esta coincidencia parece establecer un vínculo entre los homicidas y la mafia de los traficantes, a su vez relacionada con la policía y los militares. Pero las autoridades se niegan a orientar la investigación por esa vía.
Ciudad Juárez se caracteriza por sus numerosas fábricas "maquiladoras", donde mano de obra barata ensambla productos destinados a la exportación. Esta mano de obra, que proviene principalmente del interior del país, está compuesta sobre todo de mujeres. Son ellas las que permiten vivir a las familias, algo que perturba las tradiciones machistas y patriarcales. Sumergiéndose en el trabajo, las mujeres tratan de evadirse de la pobreza.
La mayoría de las víctimas eran obreras, y fueron sorprendidas mientras iban a su trabajo o retornaban a su casa. En los suburbios, las esperaban bandas de delincuentes y toxicómanos. Desde los años veinte, la ciudad registra un incremento en las distracciones nocturnas y en el turismo. Aquí fue donde se creó, en 1942, el famoso cóctel "margarita". Las inmediaciones del viejo puente internacional están enteramente dedicadas al placer: juegos, sexo y alcohol. Esta atmósfera, donde los altavoces de los automóviles aúllan canciones estadounidenses que se mezclan con el rock heavy metal, el rap o la música tecno, alienta el consumo de estupefacientes. Y al parecer esto empuja al crimen. Pues la ola de homicidios ha generado una suerte de emulación misógina y ha transformado esas matanzas esporádicas en una verdadera obsesión criminal: individuos que acechan en la oscuridad y cometen asesinatos por un puro deseo de imitación. Es el reino de los brutos, los perversos, los psicópatas. Muchos jóvenes "machos" creen que la violencia contra las mujeres es un deber. Merodean en auto durante la noche, en busca de una presa.
Hester van Nierop, una estudiante holandesa de 18 años, fue secuestrada el 20 de septiembre de 1998. Doce horas más tarde se encontró su cadáver bajo la cama de una habitación del hotel Plaza. Había sido violada, torturada y estrangulada.
Lilia Alejandra García Andrade, de 17 años y madre de dos niños, desapareció el 14 de febrero de 2001 al salir de la fábrica. Su cadáver fue encontrado siete días más tarde en un terreno baldío frente al centro comercial Plaza Juárez. Estaba semidesnuda y envuelta en una manta. La autopsia reveló que la adolescente había sido asesinada el 19 de febrero. Antes de ser estrangulada había sido violada, torturada y mutilada durante cinco días…
Violeta Mabel Alvidrez Barrio, de 18 años, fue secuestrada el 4 de febrero de 2003. Su cadáver se encontró, junto con el de otras dos adolescentes de 16 y 17 años, quince días después. Pero su muerte se remontaba sólo a tres o cuatro días, lo que quiere decir que había estado a merced de verdugos sádicos y psicópatas durante más de diez días.
El procurador de la República considera que todos estos homicidios son delitos comunes o vinculados, tal vez, con el tráfico de órganos. Hace dos años, un diputado de Ciudad Juárez me confió, preocupado: "No me sorprendería que el gobernador haya dado a un grupo de la policía judicial la orden de que se encarguen de ocultar estos asesinatos de mujeres". Hacía alusión al actual gobernador, Patricio Martínez, del Partido revolucionario Institucional (PRI) quien, en enero de 2001, había sido él mismo víctima de un atentado, y había acusado a la mafia local. La mujer que trató de matarlo era ex funcionaria de la policía judicial.
María Sáenz del Comité de Chihuahua Pro Derechos Humanos, me hizo la siguiente observación: antes de 2001, siempre se ubicaban los cadáveres de las víctimas violadas y estranguladas, pero desde que se multiplicaron las investigaciones los cuerpos desaparecen pura y simplemente. Las asociaciones han registrado cerca de 500 desaparecidas, mientras que los cadáveres encontrados superan apenas los 300.
Hacer desaparecer los cuerpos de las mujeres asesinadas se ha vuelto una especialidad de la mafia local. El procedimiento usual se denomina "lechada": un líquido corrosivo, compuesto de cal viva y de ácidos, disuelve rápidamente la carne y los huesos sin dejar la menor huella. "Ninguna huella", tal es la consigna secreta. Reducir a nada, borrar, suprimir, son las palabras claves.
En los asesinatos en serie de Ciudad Juárez se mezclan la atmósfera turbia de la frontera y sus miles de migrantes, las maquiladoras, el quebranto de las instituciones, y también la violencia patriarcal, la desigualdad, la negligencia del gobierno federal, etc. Pero, por encima de todo, este tenebroso asunto revela el gran poder de los narcotraficantes y la solidez de sus redes de influencia. Los vínculos entre el ambiente criminal y los poderes económico y político constituyen una amenaza para todo México.
Los documentos y los testimonios de que dispongo son demoledores para las autoridades. Prueban que algunos homicidios de mujeres fueron cometidos, durante orgías sexuales, por uno o varios grupos de individuos, entre los cuales hay asesinos protegidos por funcionarios de los diferentes cuerpos policiales, en complicidad con personas en posiciones importantes. Estas personas se encuentran a la cabeza de fortunas adquiridas con gran frecuencia de manera ilegal, gracias a la droga y el contrabando, cuya red de influencia se extiende como un pulpo para todo el país. Por eso estos crímenes odiosos gozan de semejante impunidad.
Según fuentes federales, seis grandes empresarios de El Paso, de Texas, de Ciudad Juárez y de Tijuana comandarían a sicarios encargados de secuestrar mujeres y de llevárselas para violarlas, mutilarlas y matarlas. El perfil criminológico de esos asesinatos se acercarían a lo que Robert K. Ressler llamó "asesinatos por diversión" (spree murders). Las autoridades mexicanas estarían enteradas desde hace tiempo de estas actividades y se habrían negado a intervenir. Estos ricos empresarios estarían cerca de algunos amigos del presidente Vicente Fox y habrían contribuido al financiamiento oculto de la campaña electoral que le permitió a Fox ser elegido presidente, y a Francisco Barrio Terrazas, ex gobernador de Chihuahua, llegar a ser ministro. Esto explicaría por qué ningún culpable verdadero ha sido hostigado nunca por esos 300 asesinatos en serie.
Y los homicidios continúan. En este mismo instante, una mujer puede estar a punto de morir torturada en Ciudad Juárez".
(Sergio González Rodríguez)
Estos libros nos relatan el horror y la perversión en una ciudad de impunidad criminal:
Rohry Benítez, Adriana Candia, Patricia Cabrera, Guadalupe de la Mora, Josefina Martínez, Isabel Velázquez, Ramona Ortiz, El silencio que la voz de todas quiebra. Mujeres y víctimas de Ciudad Juárez, Ediciones del Azar, Chihuahua, México, 1999
Víctor Ronquillo, Las muertas de Juárez: crónicas de los crímenes más despiadados y más impunes de México, Planeta, Booklet, México, 2004
Diana Washington, Cosecha de mujeres, Océano, México, 2005
Sergio González Rodríguez, Huesos en el desierto, Anagrama, 2005
Su población, de 1.300.000 habitantes, es rehén de asesinos sin rostro. Lo que allí ocurre es un insulto a los derechos humanos. Más de 300 mujeres han sido secuestradas, violadas y asesinadas desde 1993. La mayoría de ellas tenía características comunes: al menos un centenar provenía de un ambiente pobre, casi todas eran obreras, todas eran menudas, morenas y tenían cabello largo. Gran parte de ellas no pudieron ser identificadas, todas fueron víctimas de violencia sexual y, sin ninguna excepción, murieron estranguladas.
Algunos cadáveres fueron encontrados en barrios del centro de la ciudad, otros descubiertos en terrenos baldíos de los suburbios, pero hay un dato seguro: todas fueron asesinadas en otro lugar, después de haber estado secuestradas durante semanas. El modus operando de los asesinatos es idéntico al de los asesinos en serie. Los homicidios se repiten y se parecen; las crueldades son las mismas y afectan no solo a mujeres adultas sino también a adolescentes, e incluso a niñas de apenas 10 o 12 años.
Para las mujeres, Ciudad Juárez se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo. En ningún lado, ni siquiera en Estados Unidos donde los serial killer son legión, las mujeres están tan amenazadas. En el resto de México, de cada diez víctimas de asesinato sólo una es mujer. En Ciudad Juárez, de cada diez personas asesinadas cuatro son mujeres… Y no parece que la serie de crímenes vaya a detenerse porque, según las Naciones Unidas, la tasa de impunidad en México es casi total.
¿Por qué los cadáveres son desfigurados y mutilados? ¿Por qué un tal ensañamiento con las víctimas, un sadismo tan bárbaro? ¿Se trata de rituales satánicos? ¿De orgías perversas de narcotraficantes? ¿De vendedores de órganos? ¿De sacrificios humanos para el rodaje de filmes-realidad (snuff movies) en los cuales la víctima es violada, torturada y asesinada ante la cámara? Las preguntas se suceden hasta el infinito sin que ninguna investigación seria pueda darles respuesta. Diversos testimonios indican que los asesinos habrían estado protegidos, en un primer momento, por los policías de Chihuahua. Luego se habrían beneficiado del apoyo de algunos ámbitos de poder vinculados con el tráfico de drogas.
A finales de 1999 se encontraron cadáveres de mujeres y niñas cerca de ranchos pertenecientes a traficantes de cocaína. Esta coincidencia parece establecer un vínculo entre los homicidas y la mafia de los traficantes, a su vez relacionada con la policía y los militares. Pero las autoridades se niegan a orientar la investigación por esa vía.
Ciudad Juárez se caracteriza por sus numerosas fábricas "maquiladoras", donde mano de obra barata ensambla productos destinados a la exportación. Esta mano de obra, que proviene principalmente del interior del país, está compuesta sobre todo de mujeres. Son ellas las que permiten vivir a las familias, algo que perturba las tradiciones machistas y patriarcales. Sumergiéndose en el trabajo, las mujeres tratan de evadirse de la pobreza.
La mayoría de las víctimas eran obreras, y fueron sorprendidas mientras iban a su trabajo o retornaban a su casa. En los suburbios, las esperaban bandas de delincuentes y toxicómanos. Desde los años veinte, la ciudad registra un incremento en las distracciones nocturnas y en el turismo. Aquí fue donde se creó, en 1942, el famoso cóctel "margarita". Las inmediaciones del viejo puente internacional están enteramente dedicadas al placer: juegos, sexo y alcohol. Esta atmósfera, donde los altavoces de los automóviles aúllan canciones estadounidenses que se mezclan con el rock heavy metal, el rap o la música tecno, alienta el consumo de estupefacientes. Y al parecer esto empuja al crimen. Pues la ola de homicidios ha generado una suerte de emulación misógina y ha transformado esas matanzas esporádicas en una verdadera obsesión criminal: individuos que acechan en la oscuridad y cometen asesinatos por un puro deseo de imitación. Es el reino de los brutos, los perversos, los psicópatas. Muchos jóvenes "machos" creen que la violencia contra las mujeres es un deber. Merodean en auto durante la noche, en busca de una presa.
Hester van Nierop, una estudiante holandesa de 18 años, fue secuestrada el 20 de septiembre de 1998. Doce horas más tarde se encontró su cadáver bajo la cama de una habitación del hotel Plaza. Había sido violada, torturada y estrangulada.
Lilia Alejandra García Andrade, de 17 años y madre de dos niños, desapareció el 14 de febrero de 2001 al salir de la fábrica. Su cadáver fue encontrado siete días más tarde en un terreno baldío frente al centro comercial Plaza Juárez. Estaba semidesnuda y envuelta en una manta. La autopsia reveló que la adolescente había sido asesinada el 19 de febrero. Antes de ser estrangulada había sido violada, torturada y mutilada durante cinco días…
Violeta Mabel Alvidrez Barrio, de 18 años, fue secuestrada el 4 de febrero de 2003. Su cadáver se encontró, junto con el de otras dos adolescentes de 16 y 17 años, quince días después. Pero su muerte se remontaba sólo a tres o cuatro días, lo que quiere decir que había estado a merced de verdugos sádicos y psicópatas durante más de diez días.
El procurador de la República considera que todos estos homicidios son delitos comunes o vinculados, tal vez, con el tráfico de órganos. Hace dos años, un diputado de Ciudad Juárez me confió, preocupado: "No me sorprendería que el gobernador haya dado a un grupo de la policía judicial la orden de que se encarguen de ocultar estos asesinatos de mujeres". Hacía alusión al actual gobernador, Patricio Martínez, del Partido revolucionario Institucional (PRI) quien, en enero de 2001, había sido él mismo víctima de un atentado, y había acusado a la mafia local. La mujer que trató de matarlo era ex funcionaria de la policía judicial.
María Sáenz del Comité de Chihuahua Pro Derechos Humanos, me hizo la siguiente observación: antes de 2001, siempre se ubicaban los cadáveres de las víctimas violadas y estranguladas, pero desde que se multiplicaron las investigaciones los cuerpos desaparecen pura y simplemente. Las asociaciones han registrado cerca de 500 desaparecidas, mientras que los cadáveres encontrados superan apenas los 300.
Hacer desaparecer los cuerpos de las mujeres asesinadas se ha vuelto una especialidad de la mafia local. El procedimiento usual se denomina "lechada": un líquido corrosivo, compuesto de cal viva y de ácidos, disuelve rápidamente la carne y los huesos sin dejar la menor huella. "Ninguna huella", tal es la consigna secreta. Reducir a nada, borrar, suprimir, son las palabras claves.
En los asesinatos en serie de Ciudad Juárez se mezclan la atmósfera turbia de la frontera y sus miles de migrantes, las maquiladoras, el quebranto de las instituciones, y también la violencia patriarcal, la desigualdad, la negligencia del gobierno federal, etc. Pero, por encima de todo, este tenebroso asunto revela el gran poder de los narcotraficantes y la solidez de sus redes de influencia. Los vínculos entre el ambiente criminal y los poderes económico y político constituyen una amenaza para todo México.
Los documentos y los testimonios de que dispongo son demoledores para las autoridades. Prueban que algunos homicidios de mujeres fueron cometidos, durante orgías sexuales, por uno o varios grupos de individuos, entre los cuales hay asesinos protegidos por funcionarios de los diferentes cuerpos policiales, en complicidad con personas en posiciones importantes. Estas personas se encuentran a la cabeza de fortunas adquiridas con gran frecuencia de manera ilegal, gracias a la droga y el contrabando, cuya red de influencia se extiende como un pulpo para todo el país. Por eso estos crímenes odiosos gozan de semejante impunidad.
Según fuentes federales, seis grandes empresarios de El Paso, de Texas, de Ciudad Juárez y de Tijuana comandarían a sicarios encargados de secuestrar mujeres y de llevárselas para violarlas, mutilarlas y matarlas. El perfil criminológico de esos asesinatos se acercarían a lo que Robert K. Ressler llamó "asesinatos por diversión" (spree murders). Las autoridades mexicanas estarían enteradas desde hace tiempo de estas actividades y se habrían negado a intervenir. Estos ricos empresarios estarían cerca de algunos amigos del presidente Vicente Fox y habrían contribuido al financiamiento oculto de la campaña electoral que le permitió a Fox ser elegido presidente, y a Francisco Barrio Terrazas, ex gobernador de Chihuahua, llegar a ser ministro. Esto explicaría por qué ningún culpable verdadero ha sido hostigado nunca por esos 300 asesinatos en serie.
Y los homicidios continúan. En este mismo instante, una mujer puede estar a punto de morir torturada en Ciudad Juárez".
(Sergio González Rodríguez)
Estos libros nos relatan el horror y la perversión en una ciudad de impunidad criminal:
Rohry Benítez, Adriana Candia, Patricia Cabrera, Guadalupe de la Mora, Josefina Martínez, Isabel Velázquez, Ramona Ortiz, El silencio que la voz de todas quiebra. Mujeres y víctimas de Ciudad Juárez, Ediciones del Azar, Chihuahua, México, 1999
Víctor Ronquillo, Las muertas de Juárez: crónicas de los crímenes más despiadados y más impunes de México, Planeta, Booklet, México, 2004
Diana Washington, Cosecha de mujeres, Océano, México, 2005
Sergio González Rodríguez, Huesos en el desierto, Anagrama, 2005
Cuando ves este tipo de cosas, te das cuenta de lo afortunado que eres cada día que sigues vivo, aprendes a quitar importancia a las pequeñas desdichas y a dar gracias por poco que sea lo que tengas.
Es increíble como el hambre de sed, poder y dinero es capaz de ocultar crímenes tan atroces como éstos y de buscar la impunidad de los asesinos, me quedo sin palabras ante esta crueldad humana. No me explico como esta gente es capaz de dormir por las noches sabiendo que hay centenares de crímenes a sus espaldas, ¿qué hacen las autoridades ante esto? ¿qué hacen los políticos ante esto?
Mañana o esta noche podrían ser sus hijas, sobrinas o nietas.
Descansen en paz las víctimas de estos monstruos.
1 comentario:
hola como estas?
despues de un poco mas de tres meses he regresado
y he subido una nueva nota... te invito a visitarla..
te dejo un fuerte abrazo!!!
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